También conocida por Tuber Aestivum, se recolecta entre los meses de mayo y septiembre
La trufa de verano es, en la escala al trono de los hongos, la tercera en la línea de sucesión. Si la reina madre es la Trufa Blanca, tan preciada por su escasez y valor, la Trufa Negra o Melanosporum es el rey en el tablero de ajedrez. Y el tercer puesto se lo llevaría, en ese símil, la Trufa de San Juan, Tuber Aestivum, o Trufa de verano. Como prefieras denominarla.
Un cultivo más sencillo la diferencia de su hermana la Trufa Negra, pues no depende de unas condiciones tan específicas. Los bosques del Mediterráneo situados entre los 200 y los 1000 metros de altura sobre el nivel del mar son el espacio en el que este manjar crece, bajo la sombra de los árboles.
Es uno de los hongos más preciados en la cultura culinaria y se recolecta entre mayo y septiembre, siendo los de más valor los de julio y agosto, ya que se encuentran en un estado perfecto de maduración.
Su forma piramidal, de entre 2 y 10 cm de diámetro, la diferencian de su hermana Tuber Menalosporum, que tiende a distinguirse por su forma redondeada. El interior de la trufa de verano es de un marrón más claro y cálido, y su intensidad en sabor es menor, siendo una compañera ideal en multitud de platos.
Sus propiedades son múltiples y muy beneficiosas para la salud. La trufa de verano tiene efectos rejuvenecedores debido a su alto contenido antioxidante, es buena para reducir el colesterol, mejorar el aspecto de la piel y el pelo; contiene gran cantidad de vitamina B, Calcio y hierro, entre otros.
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